jueves, 19 de marzo de 2015

El tributo de las tres vacas

Cada 13 de julio se renueva este tributo milenario, el más antiguo de Europa. La piedra de San Martín, en un sugestivo enclave natural, entre los pirenaicos valles de Roncal y Baretous (Francia), sirve de lugar de encuentro a las gentes de ambos lados de la frontera. En 1375, una sentencia arbitral impuso a los bearneses el pago perpetuo de tres vacas por el aprovechamiento de los pastos roncaleses. 


Se conmemora cada 13 de julio junto a la îedra de San Martín (mojón 262 de la muga). Allí se reúnen los alcaldes del valle francés de Baretous (Bearn) con la banda tricolor al pecho y los de Roncal con sus indumentarias típicas. La tradición dice que desde las invasiones árabes los roncaleses colocaban piedras divisorias en las líneas fronterizas con la advocación de San Martín de Tours para que les librase de tan temibles incursiones y, desde entonces, la más famosa de estas piedras preside el Tributo de las Tres Vacas.

En el puerto cercano al monte Arlás, se encuentra el llano de la Contienda, cuyo nombre evoca la famosa disputa de 1373 cuando el roncalés Pedro Carrica mató al baretonés Pierre Soler por el agua de una fuente. Como dijo el alcalde de Isaba: “Los dos debían ser cabezones haciendo honor a su propio nombre pues Pedro y Pierre significan piedra”. La disputa se convirtió en colectiva y prolongada, causando trescientos muertos en ambos bandos. Tras varios intentos de reconciliación, los valles contendientes se sometieron al arbitraje de la villa de Ansó y alcanzaron un acuerdo de paz.

El alcalde de Isaba preside la ceremonia y pregunta por tres veces a los baretoneses si están dispuestos a pagar el Tributo de las Tres Vacas, “del mismo dentaje, pelaje y cornaje”. Estos contestan afirmativamente y el alcalde francés coloca su mano derecha sobre el mojón y todos superponen las suyas hasta que el alcalde de Isaba coloca la suya encima de todas y pronuncia las palabras rituales “pax avant, pax avant, pax avant” (paz en adelante). El presidente les toma juramento y concluye con “si así lo hacéis, Dios os lo premie y si no, os lo demande”. Dos de las tres vacas son para Isaba y la tercera, por riguroso turno, para Garde, Urzainqui y Uztárroz. Después, se nombran los 4 guardas (dos a cada lado de la frontera) que cuidan los puertos faceros de Ernaz y Larra.

El actual ambiente festivo no refleja el encono de tiempos pasados. En 1612 los roncaleses rechazaron las vacas en el examen veterinario, pero no conservaban el documento original debido al incendio de Isaba de 1427, por lo que acudieron a Ansó para comprobar la copia que allí se guardaba.. Entre 1628 y 1642 los franceses dejaron de pagar el tributo, por lo que en 1635 (Guerra de los Treinta Años) una expedición de 120 roncaleses cruzó la frontera y se apropió de 4.000 reses. Ese mismo año, los franceses se llevaron 5.000 ovejas, apalearon a varios pastores y capturaron a cuatro que fueron encerrados dos años en Olorón. Así hasta que en 1642 se decidió dictar una concordia que restituyó el tributo y ordenó abonar a los roncaleses 11.000 francos como indemnización, dejando incluso un rehén en casa del alcalde de Arette como garantía del pago.

Se considera que es la celebración continuada de un tributo más ancestral de Europa y el documento más antiguo conservado (de 1375) ya señala que es una ceremonia inmemorial. Su origen incierto obedece seguramente a conflictos seculares, que nos sitúan en un escenario aislado con pastos de altura y desavenencias derivadas del uso y los derechos del monte. Las disputas dieron lugar a emboscadas, pequeñas batallas y recíprocas incursiones guerreras. Por fortuna se impuso la cordura y la buena vecindad.

Algunas teorías remontan el tributo a la invasión de los cimbrios (125 a. C.), pueblo germano que ayudado por los de Baretous asoló el Roncal, por lo que estos se vengaron contra sus vecinos y les impusieron la entrega anual de un tributo de tres vacas. Argumentan que si fuese un simple pago por los pastos no podría ser perpetuo, ya que bastaría con dejar de usarlos, pero la sentencia de 1375 y otras posteriores establecen que no es posible su interrupción. La sentencia arbitral de 1375 pone fin a las discusiones y muertes entre roncaleses y baretoneses por el uso de pastos y fuentes fronterizas, pero más que un tributo se trata de una contraprestación por los pastos y el agua españoles durante 28 días al año.

 


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